Esta web, cuyo responsable es Bubok Publishing, s.l., utiliza cookies (pequeños archivos de información que se guardan en su navegador), tanto propias como de terceros, para el funcionamiento de la web (necesarias), analíticas (análisis anónimo de su navegación en el sitio web) y de redes sociales (para que pueda interactuar con ellas). Puede consultar nuestra política de cookies. Puede aceptar las cookies, rechazarlas, configurarlas o ver más información pulsando en el botón correspondiente.
AceptarRechazarConfiguración y más información

bird

Poesía para los sentidos, para ser engullida sin pensar y dejarse invadir por múltiples sensaciones, muchas veces contradictorias.

No soy lectora de poesía, pero los poemas de García Peña, incluso sus criptogramas (por llamarlo de algún modo) llegan de otra manera, por una puerta trasera, una ventana entreabierta, oblicuamente. Encuentran el sendero para llegar donde tienen que llegar...

Uno se sumerge en la lectura como si navegara, nadara, trepara, escalara, buceara... entre las palabras, que se mecen, mantean, aprietan... y siente el deseo, el deseo del autor, por romper las barreras, traspasar la frontera que forman la piel y la individualidad para tocar al otro, al que está ahí fuera, a través de una marea de sensaciones, pensamientos, una erótica de la naturaleza fundida con el hombre, un panerotismo que atraviesa todo el libro.
Es, podría decirse, una poesía mineral: se ve, se palpa, se huele, pero no vemos su interior aunque se intuye. Porque su energía, su voluntad, su fuerza, traspasan, en ese deseo de ir más allá, la propia estructura, y lo expresa mejor así que siendo transparente.

En todos sus poemas hay ese deseo por crear un lenguaje nuevo: palabras incomprensibles pero de una sonoridad rotunda, que son a la vez el juego del poeta con la materia de la que están hechos sus sueños: las palabras... los sonidos... la música.


Olga Salvador