Sonidos de ilusión ¡Baladas con pasión!
Leonardo Ángel Arreola Rodríguez

Canto de la Bilis negra es un poemario nacido en un lapso de 8 años con una cantidad de 23 poemas y un cuento clásico Sibutramina. El poemario recopila los mejores poemas del autor en el transcurso de 8 años en el cual acompañó la escritura de versos con temporadas de recitales en la ciudad de Bogotá.
El poema se desliza en imágenes conmovedoras donde el autor mismo trata de comunicar sentimientos y emociones en un ambiente melancólico, en el vive la musa enferma, la madre con sus jeringuillas de bronce, la mujer que escupe grillos por los ventanales, ella que cruza las fronteras y él que escribe en los metros, los poemas se deslizan en Miami Beach, en el desierto africano, en los antiguos hospitales, en la ciudad con luciérnagas de vidrio, la voz de Juan Andrés Gutiérrez es la voz de una generación perdida, inmersa en la ciudad.
Sus poemas han sido publicados y escuchados en diversos festivales, encuentros, recitales, radio y prensa. Ha sido presentado en más de 40 recitales poéticos en los últimos años.
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Enrique Delgado
Docente de economía de la universidad Sergio arboleda
director de la facultad de economía de la Sergio Arboleda
¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
(Poeta y escritor Mexicano)
Diciembre 2014
¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
(Poeta y escritor Mexicano)
Diciembre 2014
Enrique Delgado
Docente de economía de la universidad Sergio arboleda
director de la facultad de economía de la Sergio Arboleda
¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
(Poeta y escritor Mexicano)
Diciembre 2014
¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
(Poeta y escritor Mexicano)
Diciembre 2014
Enrique Delgado
Docente de economía de la universidad Sergio arboleda
director de la facultad de economía de la Sergio Arboleda
¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
(Poeta y escritor Mexicano)
Diciembre 2014
¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
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Enrique Delgado
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
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El dormitar de los papagayos,
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“Alzado el pandero
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Salvador Pliego
(Poeta y escritor Mexicano)
Diciembre 2014
¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
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El dormitar de los papagayos,
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Salvador Pliego
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Enrique Delgado
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
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Salvador Pliego
(Poeta y escritor Mexicano)
Diciembre 2014
¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
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“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
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“Alzado el pandero
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Vientre de pan,
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(Poeta y escritor Mexicano)
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
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El dormitar de los papagayos,
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“Alzado el pandero
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Vientre de pan,
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Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
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“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
(Poeta y escritor Mexicano)
Diciembre 2014
¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
(Poeta y escritor Mexicano)
Diciembre 2014
Enrique Delgado
Docente de economía de la universidad Sergio arboleda
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
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Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
(Poeta y escritor Mexicano)
Diciembre 2014
¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
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El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
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El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
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Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
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Salvador Pliego
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
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El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
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El dormitar de los papagayos,
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“Alzado el pandero
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Vientre de pan,
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Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
(Poeta y escritor Mexicano)
Diciembre 2014
Enrique Delgado
Docente de economía de la universidad Sergio arboleda
director de la facultad de economía de la Sergio Arboleda
¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
(Poeta y escritor Mexicano)
Diciembre 2014
¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
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Docente de economía de la universidad Sergio arboleda
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
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El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
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El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
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Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
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Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
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El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
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Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
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El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
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Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
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El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
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Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
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El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
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Vientre de pan,
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
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El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
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Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
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Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
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El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
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Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
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El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
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El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
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“Alzado el pandero
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
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(Poeta y escritor Mexicano)
Diciembre 2014
¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
(Poeta y escritor Mexicano)
Diciembre 2014
Enrique Delgado
Docente de economía de la universidad Sergio arboleda
director de la facultad de economía de la Sergio Arboleda
¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
(Poeta y escritor Mexicano)
Diciembre 2014
¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
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Enrique Delgado
Docente de economía de la universidad Sergio arboleda
director de la facultad de economía de la Sergio Arboleda
¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
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Enrique Delgado
Docente de economía de la universidad Sergio arboleda
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
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El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
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Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
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Enrique Delgado
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
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Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
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Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
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El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
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Pecho de cardo,
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Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
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“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
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El fauno redobla su grito lastimero,
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
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Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
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El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
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Pecho de cardo,
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Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
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Pecho de cardo,
Vientre de pan,
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Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
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Diciembre 2014
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Docente de economía de la universidad Sergio arboleda
director de la facultad de economía de la Sergio Arboleda
¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
(Poeta y escritor Mexicano)
Diciembre 2014
¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
(Poeta y escritor Mexicano)
Diciembre 2014
Enrique Delgado
Docente de economía de la universidad Sergio arboleda
director de la facultad de economía de la Sergio Arboleda
¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
(Poeta y escritor Mexicano)
Diciembre 2014
¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
(Poeta y escritor Mexicano)
Diciembre 2014
Enrique Delgado
Docente de economía de la universidad Sergio arboleda
director de la facultad de economía de la Sergio Arboleda
¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
(Poeta y escritor Mexicano)
Diciembre 2014
¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
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Salvador Pliego
(Poeta y escritor Mexicano)
Diciembre 2014
Enrique Delgado
Docente de economía de la universidad Sergio arboleda
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
(Poeta y escritor Mexicano)
Diciembre 2014
¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
(Poeta y escritor Mexicano)
Diciembre 2014
Enrique Delgado
Docente de economía de la universidad Sergio arboleda
director de la facultad de economía de la Sergio Arboleda
¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
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Diciembre 2014
¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
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Enrique Delgado
Docente de economía de la universidad Sergio arboleda
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
(Poeta y escritor Mexicano)
Diciembre 2014
¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
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Diciembre 2014
Enrique Delgado
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
(Poeta y escritor Mexicano)
Diciembre 2014
Enrique Delgado
Docente de economía de la universidad Sergio arboleda
director de la facultad de economía de la Sergio Arboleda
¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
(Poeta y escritor Mexicano)
Diciembre 2014
¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
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Diciembre 2014
Enrique Delgado
Docente de economía de la universidad Sergio arboleda
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
(Poeta y escritor Mexicano)
Diciembre 2014
¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
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Diciembre 2014
Enrique Delgado
Docente de economía de la universidad Sergio arboleda
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
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Pecho de cardo,
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Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
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Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
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Diciembre 2014
Enrique Delgado
Docente de economía de la universidad Sergio arboleda
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
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Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
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(Poeta y escritor Mexicano)
Diciembre 2014
¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
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Docente de economía de la universidad Sergio arboleda
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
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Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
(Poeta y escritor Mexicano)
Diciembre 2014
¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
(Poeta y escritor Mexicano)
Diciembre 2014
Enrique Delgado
Docente de economía de la universidad Sergio arboleda
director de la facultad de economía de la Sergio Arboleda
¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
(Poeta y escritor Mexicano)
Diciembre 2014
¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
(Poeta y escritor Mexicano)
Diciembre 2014
Enrique Delgado
Docente de economía de la universidad Sergio arboleda
director de la facultad de economía de la Sergio Arboleda
¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
(Poeta y escritor Mexicano)
Diciembre 2014
¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
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Enrique Delgado
Docente de economía de la universidad Sergio arboleda
director de la facultad de economía de la Sergio Arboleda
¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
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Enrique Delgado
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
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Diciembre 2014
¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
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Enrique Delgado
Docente de economía de la universidad Sergio arboleda
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
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Enrique Delgado
Docente de economía de la universidad Sergio arboleda
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
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Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
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Vientre de pan,
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Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
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Docente de economía de la universidad Sergio arboleda
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
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El fauno redobla su grito lastimero,
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Pecho de cardo,
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Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
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¿Hay límites para la poesía? Quizá, y más allá del límite de la poesía, Nicanor Parra nos enseñó que no la había. El arte de la palabra nos lleva a dibujar su imagen en cualquier objeto, de cualquiera forma, nos muestra su capacidad de ser y transformarse, de amoldarse, de negarse a sí misma, pero, a final de cuentas, de erigirse en poesía.
Juan Andrés nos muestra esa capacidad de la palabra, la de ser un todo: la dibuja en el amor, en la geografía, en la cotidianeidad de los sucesos, y se envuelve en ella como artífice y creador.
“Yo contemplo la noche,
El dormitar de los papagayos,
Observo las mujeres cruzar perseguidas por los faunos…”
El poeta habla de sí y sus secretos, y en esa mística de letras se levanta con su lírica desenvainada, para darse a la tarea de esculpir, de cincelar su obra.
“Alzado el pandero
El fauno redobla su grito lastimero,
La citara es seno blanco,
Pecho de cardo,
Vientre de pan,
Lengua de eucaliptus…”
Con ello se corona y se gana la vida cual viajero, cual saxofonista y pintor de la palabra.
Enhorabuena por Cantos de la bilis negra.
Salvador Pliego
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Diciembre 2014