EL CAMINO DE ALEJANDRA

Alejandra es una joven catalana, dinámica y extrovertida, cree que la vida hay que llevarla en movimiento y contacto con todos;  en la novela hace el Camino de Santiago hasta Finisterra, a pie, desde el Monasterio de Montserrat en Barcelona (se describen sus peripecias en este recorrido) y de vuelta a casa, se dispone a realizar su próxima aventura: un largo viaje en bicicleta con su amiga Flo, pero, a punto de partir, su abuelo, Avi, enferma y tiene que interrumpir el viaje; va a su lado y éste le dice que ya se siente muy viejo, que antes de morir quiere que se cumpla con un compromiso que él no pudo hacer.

Alejandra no entiende por qué el abuelo piensa que sea ella quién pueda realizarlo. Este le entrega un baúl con fotos, recuerdos, y una vieja carta; le pide los revise y le dice que entonces comprenderá. El abuelo se acuesta a dormir y Alejandra comienza a revisar viejas fotos, que le recuerdan su infancia, vida en familia, primera juventud, sus amores, ansias de conocer, experimentar, acciones que la llevan a viajar y trabajar esporádicamente por distintos lugares, hasta que llega al momento en que realizó el Camino de Santiago llegando a Finisterra, dónde se impregnó de su mística y logró entender el sentido a la vida.

Alejandra ahora lee la vieja carta, que dejó su bisabuelo, Joan, dónde le pide al hijo, Avi, que cumpla con su súplica de ir a Cuba a encontrar los restos perdidos de la que fue su gran amor, la criolla María Eugenia, cuando él era un simple soldado del ejército español que combatía a los mambises que luchaban por su libertad, y ahora Alejandra comprende lo que le pide el abuelo: ella es la indicada para cumplir la promesa porque ha desarrollado la capacidad para viajar, relacionarse, investigar y descubrir. Vuela a La Habana, Cuba, y de allí viaja a Trinidad  y entonces….