Los siguientes capítulos que siguen a esta introducción han sido redactados siguiendo artículos de prensa, páginas web (unas serias y otras alarmistas) y otras fuentes para crear dos líneas que aunque separadas deben ir obligatoriamente unidas en paralelo.
Una línea es la ya tan machacada y hasta casi distorsionada vida de Alfredo Galán, aquel chaval que marcado en su más tierna infancia por la muerte de su madre y la posterior diáspora familiar, encontró en el alcohol un amigo fiel, perenne e insustituible.
La otra línea es la del Asesino de la Baraja. Esa persona que acabó arrebatando con una frialdad inusitada la existencia de personas anónimas e inocentes a golpe de balazos.
Al igual que en la novela escrita por Robert Louis Stevenson, “el extraño caso del Doctor Jekyll y Mister Hyde”, Alfredo (Jekyll) se transformaba en Mister Hyde cuando comenzaba a beber “litronas” desmesuradamente.
He expuesto en este libro (o librito) aquella información que he considerado creíble y cercana a la realidad.
Posiblemente alguien dirá que si falta este dato u otro, que si tal hecho ocurrió de otra manera, etc..., y posiblemente tendrá razón. Para redactar estas páginas he encontrado excesiva información tóxica jaleada por determinados medios de comunicación que, buscando una rápida exclusiva o exponiendo detalles no contrastados, se peleaban por ser los primeros en ofrecerlos.
Pido perdón de antemano por si incurro en algún error.
No puedo dejar atrás la ignorante maldad de algunas personas que encontraron en Alfredo Galán un motivo para cuchichear e inventar chistes sin gracia.
El afán de un efímero protagonismo llevó a que determinados vecinos del domicilio de Alfredo en Puertollano cambiasen el nombre de la calle Encomienda por la de “calle del asesino” o que alguien contase el chistecito “tienes mas peligro que uno de Puertollano con una baraja en la mano”.
La calle Encomienda no tiene culpa de los hechos cometidos por Alfredo Galán, no es necesario rebautizarla; Puertollano tampoco, no se puede criminalizar una población, sea cual sea, por una tragedia en particular.
He meditado muy y mucho si debería cambiar los nombres de los hermanos de Alfredo en este libro. Ellos también han sufrido doblemente los actos criminales de él. Porque por un lado vieron como un hermano, un ser querido, en unos segundos, se convirtió en el asesino en serie más famoso de España. Por otro lado pasaron de llamarse Fulanito de Tal a ser los hermanos del Asesino de la Baraja. Una etiqueta pesada, dura y casi imposible de digerir.
No, no los he cambiado. Por desgracia, sus nombres ya han sido expuestos demasiadas veces en la prensa, en televisión, en páginas web. Ya es inútil el cambiarlos para mantener un ya extinto anonimato.
Esta es la crónica de Alfredo Galán Sotillo, la crónica de un viaje a los infiernos.
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