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Príncipes de la Iglesia -Las serpientes y la rosa-


Aquel día, me confesé. Y lo hice por convicción propia. Sí, no soy católico y sigo sin creer en los representantes de Dios en la tierra, pero he de decir que aquella confesión, aquella charla con un amigo traicionado y su perdón, me limpiaron el alma. Probablemente sea ese hecho, el que hoy, me empuja a contaros esta historia.

Días después de que cesaran al cardenal Würsteng, ascendieron a monseñor. No se sabe muy bien porqué. Fue una decisión de su santidad y fue algo tan íntimo que yo me enteré cuando ya había pasado. He de decir que me alegré. Sonaba bien, Su Eminencia Cardenal Tiago Rossi, aunque pensándolo bien, no cambió en nada nuestra rutina. Lo único que pasó es que nos cambiaron de despacho. Más amplios, más cercanos y mucho mejor habilitados. Sólo eso. Nuestra relación seguía siendo la misma.

No volví a ver a su santidad, hasta el día que falleció. Sí, aquel papa que me ofreció su pañuelo y me perdonó, aquella persona, había fallecido.

Todo a nuestro alrededor se paralizó. Dejamos todo lo que teníamos entre manos a un lado. La muerte del papa era la prioridad. Por los pasillos vaticanos se respiraba un aire tenso; grupos de prelados cuchicheaban entre ellos por las esquinas, secretarios que corrían de una parte a otra, monjas que no daban abasto en sus quehaceres. Ya no se escuchaba música en las iglesias y los grandes adornos estaban cubiertos con telas de color púrpura. Podría decirse que el Vaticano estaba triste. Podría decirse también, que esa tristeza enmascaraba en realidad algo más profundo y oscuro. El poder. Muchos lo querían, muchos lo buscaban en reuniones clandestinas o en tratos ventajosos. Sólo uno lo tendría y efectivamente sólo uno lo tuvo y fue para mi, una de las mejores cabezas que ha tenido la iglesia.

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  • Autor: Miguel Prieto
  • Estado: A la venta en Bubok
  • Última actualización: 21/10/2020
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