La Alhambra de Alba, su Granada, su Alhambra, como decía, no se ven así como así, no existen para cualquier par de ojos y permanecen invisibles para el que no sepa ver que todo puede ser bello en sí mismo, pero que la belleza de lo bello exige una curiosidad especial, un ánimo templado dispuesto a pasar a la conmoción, poseer un espíritu vigilante, un corazón abierto a sentirse sobrecogido por la sorpresa de un descubrimiento único y fugaz, y de una predisposición del alma que haga trascender la belleza para convertirla en arte. Alba decía que no es bella Sierra Nevada, que lo es, sino una obra maestra del Creador ante la que hay que descubrirse.
Esa era la belleza para Alba: lo bello que emociona y trasciende para ser y sentir que la herida es plácida y que no sangra. La Alhambra de Alba, su Granada, su Alhambra, como decía, no se ven así como así, no existen para cualquier par de ojos y permanecen invisibles para el que no sepa ver que todo puede ser bello en sí mismo, pero que la belleza de lo bello exige una curiosidad especial, un ánimo templado dispuesto a pasar a la conmoción, poseer un espíritu vigilante, un corazón abierto a sentirse sobrecogido por la sorpresa de un descubrimiento único y fugaz, y de una predisposición del alma que haga trascender la belleza para convertirla en arte.
Alba decía que no es bella Sierra Nevada, que lo es, sino una obra maestra del Creador ante la que hay que descubrirse. Esa era la belleza para Alba: lo bello que emociona y trasciende para ser y sentir que la herida es plácida y que no sangra.