El tratamiento del dolor ha sido tema de estudio y de interés en la humanidad a lo largo de la historia. El dolor, si bien es algo subjetivo, es entendido como una sensación desagradable debida a complejos procesos bioquímicos que tienen lugar en el Sistema Nervioso Central (SNC) y sistema nervioso periférico. El tratamiento del mismo, en caso de presentarse de forma aguda o crónica, suele ser mediante la prescripción de opioides.
Los opioides son compuestos naturales o sintéticos que se unen a los receptores opioides específicos en el SNC para producir unos efectos que imitan la acción de los neurotransmisores peptídicos endógenos. Los opioides interactúan de forma específica con los receptores proteicos localizados en la membrana de ciertas células del SNC, en las terminaciones nerviosas periféricas y en las células del aparato digestivo y de otras regiones anatómicas.
La amplia disponibilidad de estos fármacos ha propiciado el consumo abusivo de los mismos, en el caso de los opioides, se habla del trastorno por consumo de opioides (OUD) como un trastorno crónico, en el que se provocan tolerancias y abstinencias dramáticas a través de neuroadaptaciones moleculares y de neurocircuitos dentro del sistema de recompensa, y que se caracteriza por ciclos de atracones / intoxicación, abstinencia y recaída.
Durante este ciclo, en la etapa de abstinencia, se reconoce que en ella existen elementos motivacionales como irritabilidad crónica, dolor emocional, malestar, disforia, estados de estrés y pérdida de motivación por las recompensas naturales. En esta etapa también se activan los sistemas cerebrales para el estrés y el dolor (somático y emocional), que impulsan a un comportamiento de búsqueda de drogas a través de procesos de refuerzo negativo, caracterizándose por un aumento en la intensidad de la constelación de signos y síntomas emocionales o motivacionales negativos de abstinencia de sustancias.