El Espejo de Venus constituye un estudio profundo sobre la figura de la Diosa, y más en concreto sobre su ocultamiento o espejamiento en Dios, la inversión de sus símbolos y la suplantación de sus atributos por dioses advenedizos como Zeus. Y cómo, a pesar de ello, la Diosa pervive burlándose, mostrándose a la vista de todos, siendo protagonista absoluta en el arte, el mito y los cultos.
La Diosa, la madre de todos, fue reprimida por los cultos indoeuropeos, esto es muy importante, pues fue mediante su represión que se impuso el patriarcado, negando a las mujeres ser sacerdotisas de sus propios cuerpos, relegándolas a la esfera de lo doméstico, pasando a ser la mujer una mera posesión económica.
Con la inversión de la Diosa en Dios, se denostó el misterio de la concepción en detrimento del misterio de los hornos metalúrgicos. Así como la celebración de la fertilidad y la vida se sustituyó por la adoración de la muerte y la guerra, pues el hombre en su rebelión contra la Diosa, la madre naturaleza, dejó de morir de muerte natural para matarse por el padre estado.
En esta obra se abordan las dos Afroditas, la Urania y la Pandemos. La Urania simboliza el inconsciente colectivo que sublima mediante la creación y el pensamiento elevado, al contrario que la Pandemos, el inconsciente colectivo pandémico, el enfermo, el vulgar, el hipersexualizado, fruto de la crispación, pues toda represión trae ira.
Reprimir a la Diosa y las mujeres, quienes constituyen la mitad de la población, genera tanta tensión subyacente que desata histerias de masas como la mutilación corporal por síntoma religioso, a la par que crea multitud de mecanismos neuróticos de control para seguir manteniendo a raya aquello que debe ser velado, esto es, el inconsciente femenino no subyugado al hombre y que clama por su liberación, pues, para sanar, es importante conocer lo que debe de ser sanado.
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