Tan fácil es llegar a comprender que dos personas puedan no compartir un mismo punto de vista, como fácil es que, lejos de pretender comprenderlo, entremos por ello en conflicto. Cómodo resulta achacar las consecuencias de nuestras acciones a las deidades o al destino, en lugar de asumir que son meramente el resultado de la suma de causalidad y casualidad, tanto, como cómodo resulta abrazar el ateísmo, a falta de alguna otra religión. El egoísmo, la necesidad de autosatisfacción, la falta de comprensión y el fino cauce de empatía que hoy circula a través del valle que es nuestra propia sociedad, bien podrían achacarse al ego y al ombligocentrismo que pululan por nuestro entorno, tan arraigado a nuestra persona, que nuestra propia falta de atención ni tan siquiera lo detecta. Aunque tal vez mejor dicho estaría que no pretenda hacerlo a modo de autodefensa, permitiéndonos así adoptar la que es para nosotros la posición más cómoda, sin tener en cuenta a nuestro entorno más cercano. La putrefacción se yergue frente a nosotros, ante las señales de despiste, a modo de bengalas disparadas por quienes pretenden despistarnos, bajo la premisa de sus intereses, a la par que nos crean enemigos con los cuales ponernos en parte de acuerdo. En parte en desacuerdo. Aunque por supuesto, esta no es más que mi manera de verlo, lejos de pretender yo que nadie tenga que compartir mi punto de vista, aun con la esperanza de ello, o al menos, de dejar clara mi locura e incoherencia, para según quién.
Pretendo entonces no más que compartir mis propios pensamientos y conclusiones en torno a la ética social, con todos cuanto estéis dispuestos a leerme. En definitiva, las cuestiones que rondan mi cabeza y alrededores, mediante un lenguaje más común y soez de lo que pueda parecer, procurando, tal y como he hecho siempre, de ser claro y entendible, dentro de mis posibilidades. Por lo tanto, y haciendo gala de mi afirmación anterior, hay palabrotas (escondan a los niños y aprensivos), posibles ofensas hacia algún que otro lector, perteneciente o no a un colectivo de algún que otro sector empresarial o político, que quiera darse por aludido, (escondan a los nostálgicos de las dictaduras), así como paranoias varias, que pueden o no estar tan solo dentro de mi cabeza, o ser realmente un problema social. El cuestionarlo, está en cada uno de vosotros.
Por mi parte, he aquí mi obra.
Índice
Antes de nada. 1
Introducción: De la ideología al odio. 5
Capítulo 1: El tiempo no pone nada en ninguna parte. 11
Capítulo 2: Sobre el egoísmo. 17
Capítulo 3: Si no soy como tú… 25
Capítulo 4: Autoestima para idiotas. 33
Capítulo 5: Sobre las redes sociales. 39
Capítulo 6: Sobre cambiar el mundo. 47
Capítulo 7: Sobre la inocencia. 55
Capítulo 8: Sobre aceptarse a uno mismo. 61
Interludio: Divagando (primera parte) 67
Capítulo 9: Sobre las relaciones humanas. 75
Capítulo 10: Sobre las palabras tabú. 85
Capítulo 11: Sobre la putrefacción. 91
Capítulo 12: Sobre la cultura del esfuerzo. 99
Capítulo 13: Sobre la conspiranoia. 107
Capítulo 14: Sobre las trampas. 115
Capítulo 15: Sobre el Sarcasmo. 121
Capítulo 16: Sobre el absolutismo religioso. 127
Interludio: Divagando (segunda parte) 135
Capítulo 17: Sobre los parásitos. 141
Capítulo 18: Sobre el ego. 147
Capítulo 19: Sobre la pedantería. 155
Capítulo 20: Sobre la violencia y el maltrato. 163
Capítulo 21: Sobre la hipocresía. 171
Capítulo 22: Sobre el purismo. 181
Capítulo 23: Tú también lo harías. 189
Capítulo 24: El ombligo como centro del universo. 199
Epílogo: El arte de la prudencia. 209
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