Era un cinéfilo compulsivo. Con la cabeza repleta de tanta imagen mezclada, enfermó de mixomatosis visual. Su cráneo creció de 4:3 a formato panorámico e incluso sus neuronas crecían en 3D. Sus ojos camaleónicos absorbían las imágenes más insólitas y los efectos visuales más inverosímiles. Su vida era una incestuosa relación con la pantalla al amparo de la oscuridad. Su cabeza llegó a ser enorme y sus ojos, dos salientes protuberancias acristaladas. Nadie se sentaba cerca de él. Su presencia, agazapado en la butaca y reposando su enorme cabezón en el respaldo, provocaba repulsión y rechazo. El proceso degenerativo le llevó a la destrucción total, pero curiosamente la muerte le sobrevino de una manera vulgar: una noche, murió por sobredosis de palomitas.